La capacidad para tomar decisiones es una de las habilidades más complejas. El proceso de toma de decisiones forma parte del desarrollo general de la persona y abarca todas las etapas de la vida.
Este proceso se va configurando a través de experiencias y vivencias, y es influido por modelos, normas y valoraciones del entorno escolar, sociocultural, familiar y profesional.
Tomar decisiones se caracteriza por ser un proceso continuo, dado que la toma de decisión lleva irremediablemente a un estado posterior de nuevas tomas de decisiones. Es tan importante, que de cómo se estructuren los modelos mentales de decisiones de una persona, depende su destino.
Para hablar del proceso de toma de decisiones, primero debemos conocer cómo funciona nuestro cerebro. Tenemos dos circuitos cerebrales: uno en sentido ascendente y otro en sentido descendente.
Uno es rápido y el otro lento. El lento, circula en sentido descendente y es secuencial: analiza cada dato, cada información cada proceso, etc. Por ello su modo de funcionamiento es lento. No tiene capacidad para analizar de manera simultánea gran cantidad de datos. Es el que focaliza la atención. El que utilizamos para estudiar o prestar atención a aquello que nos interesa. Es voluntario.
El rápido, circula en sentido ascendente y funciona en modo abierto. Continuamente capta millones de datos que pasan por nuestro alrededor. Retiene todo aquello que le interesa o que según su modelo mental guarda relación con algo que nos interesa. Tiene una gran capacidad, capta 200 mil datos más por segundo que el sistema lento. No requiere atención y es involuntario. Es también el responsable de la creatividad. Es el que nos aporta una solución a un problema o a algo que nos preocupa, cuando no pensamos en ello, cuando estamos con nuestros amigos tomando un café o incluso, cuando estamos durmiendo. La creatividad funciona en ensoñación, en momentos de relax.
¿No les ha aparecido una solución a un problema cuando están descansando?
¡Claro! Porque así funciona nuestra mente. Nuestro sistema abierto, desde el origen del problema, sin darnos cuenta, ha ido recopilando información relacionada con él.
Luego, nuestra mente desarrolla su modelo mental relacionado con el proceso de tomar decisiones, que es simplemente, la búsqueda de patrones, encontrar nexos de unión o de relación entre toda esa información que de forma inconsciente hemos recogido. Busca relaciones entre los datos, y las encuentra. Encuentra un modelo, un patrón, y nos da la solución.
Normalmente, pensamos que esa solución es mera intuición. Error. Se trata de información. Muchísima información, que sólo nuestro sistema cerebral ascendente es capaz de contemplar. A partir de aquí, nuestro sistema lento, el secuencial, analizará esta solución y le dará la forma y aplicación adecuada.
En los modelos matemáticos de análisis de decisiones, cuanta más información relacionada contemplemos en el modelo, menor será el riesgo de fracaso o de error.
En los modelos mentales ocurre lo mismo. Cuanto mayor sea la capacidad de conectar información relacionada con el problema o con el objetivo, menor será la incertidumbre en su resultado.
Lo sorprendente es que podemos aprender a desarrollar estos modelos mentales de toma de decisiones. ¿Cómo? Practicando ejercicios que acostumbren a nuestro cerebro a la búsqueda de patrones, cuanto más completos, mejor. De esta manera desarrollaremos una habilidad, que de forma inconsciente, aplicaremos a cualquier decisión.
A fin de cuentas, enseñar a tomar decisiones es enseñar a pensar.